Un hombre va a casa de una amiga para echar una canita al aire.

A la hora necesaria, el aparato no le respondía, así que, un poco preocupado, le dice a la amiga que necesita ir al baño.

Ya allí, amparado en la oscuridad, busca en el armario alguna crema que junto con un automasaje le ayude a solventar su pequeño problema.

Efectivamente, después de un rato descubre un vigor que no recordaba desde casi su pubertad.

El tipo vuelve a la cama y le hace el amor a la amiga quien queda extasiada ante tal vigor.

Una vez terminado todo, el hombre comprueba al tacto que todo sigue izado, y le entra la curiosidad de saber qué se había untado. Se levanta, va al baño, enciende la luz y busca la pomadita.

Después de un buen rato la amiga extrañada de que su amigo no hubiera salido aún del baño, se asoma y lo encuentra desmayado en el suelo, con una cajita en la mano en la que se lee:

Pomada para callos:
Se endurece, se seca, se pudre y se cae.
¡Garantizado!

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